Escrito por el Dr. Jesús Enrique Gánem Martínez
La coyuntura electoral de 2012 es por lo demás muy especial. Se trata de reflexionar sobre lo que significa ser Presidente de Venezuela, tema que no se debe asumir con frivolidad y liviandad habida cuenta que el Primer Magistrado es el Jefe del Estado. Jefe del Gobierno, Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional, Jefe de la Hacienda Pública y Conductor de la Política Internacional.
En Venezuela tenemos un agudo conflicto social y es superválida la afirmación que en el 2012 nos vamos a jugar el destino del país. Ello supone un reto de grandes proporciones para los que estamos comprometidos con el cambio y sus reales posibilidades de lograrlo.
De allí que debemos estar en sintonía con las grandes mayorías de venezolanos que se sienten oprimidos y hundidos en la desesperanza, pero deseosos de poder seguir respirando aires de libertad y prosperidad frente a los dislates del Gobierno, razón suficiente para oxigenarla con la única opción que disponemos que es la unidad.
Al actual Presidente hay que sustituirle mediante un gran pacto de gobernabilidad entre todos los factores de la vida nacional retomando los valores y principios plasmados en la Constitución que hoy se encuentran pisoteados por el caudillo.
La unidad reclamada nos conduce a escoger democráticamente a un abanderado presidencial en primarias y con un perfil definido que permita cambiar el país, recomponer el sistema, conduciendo un gobierno de transición que allane los caminos del odio, el resquemor, las trampas y mentiras. El elegido debe comprometerse a formar un gobierno de amplitud nacional y para un solo periodo constitucional, fortaleciendo a través de la revisión o enmienda del texto constitucional, el carácter republicano de la alternabilidad.
Ésa y no otra debe ser la convocatoria a la unidad y reconciliación nacional, acción posible y expedita, si contribuimos a su conformación sin mezquindades y alejados de signos o parcialidades políticas o ideológicas que nos distancien y nos lleven a equivocaciones como ha ocurrido en elecciones pasadas.
Pero debemos estar claros, la escogencia de nuestro abanderado presidencial, cobijado bajo la égida o escudo de la unidad no puede surgir bajo el signo de la improvisación. Frente a un panorama como el que tenemos actualmente, no puede asumir ese reto quien adolezca de condiciones excelsas o superiores para dar la cara, hostilizar, batallar o debatir contra un contrincante inescrupuloso y manipulador que tiene carisma y todo el poder del Estado a su favor.
Los demócratas de este país más que candidatos lo que debemos aspirar es contar con un venezolano que al asumir la presidencia tenga experiencia, madurez, sentido del equilibrio, capacidad para conciliar los diferentes intereses en juego, estadista con autoridad política y personal, reconocimiento y apoyo internacional que permita asegurar el reconocimiento de los resultados electorales, la transmisión de mando y el ejercicio efectivo del gobierno.
Pensar que la tarea es fácil dadas las erradas políticas y desafueros del actual Gobierno, autocrático y despótico es una tremenda ingenuidad. Por eso nuestro abanderado tiene que llegarle con mayor facilidad al chavismo moderado, o los llamados NI-NI que no les atrae la política de la peleadera o confrontación pública. Que enfrente con éxito un careo o debate televisivo, o hacerle frente a una campaña desigual en dinero, medios de comunicación, poderes del Estado a favor y un CNE parcializado.
Es allí donde surge la obligada reflexión. Actuemos con responsabilidad y plena conciencia de lo que significa el proceso del 2012. El camino es presentarle al autócrata un candidato que le inflija respeto y hasta temor, por su inteligencia, experiencia y probada vocación democrática
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.